Gracias a Bukele, El Salvador se posiciona como modelo de transformación económica y social en América Latina
El Salvador, un país que durante años estuvo marcado por altos niveles de violencia y dificultades económicas, está experimentando una transformación profunda bajo el liderazgo de su presidente, Nayib Bukele. Las cifras más recientes de JP Morgan apuntan a un cambio significativo en las perspectivas económicas del país: el crecimiento potencial ha aumentado del 2% al 3%, un indicador clave que refleja un avance hacia una economía más robusta y sostenible. Este cambio, impulsado principalmente por la mejora en la seguridad pública, ha despertado el interés de inversores internacionales y turistas.
Desde su llegada al poder en 2019, Bukele ha hecho de la seguridad una prioridad absoluta, con resultados que pocos esperaban. Gracias al Plan Control Territorial y al régimen de excepción, El Salvador ha reducido su tasa de homicidios de 106 por cada 100,000 habitantes en 2015 a una proyección histórica de 1.8 para finales de 2024. Este drástico descenso en la violencia no solo posiciona al país como el más seguro de Centroamérica, sino que ha dinamizado sectores clave como el turismo. Destinos como las playas de La Libertad y las calles revitalizadas de San Salvador se han convertido en imanes para visitantes internacionales, principalmente de Estados Unidos y Canadá, que aportan vitalidad a la economía local.
Otro eje de la estrategia de Bukele ha sido su polémica adopción del bitcoin como moneda de curso legal, una decisión que, aunque inicialmente generó dudas, está mostrando resultados positivos. Según datos oficiales, la inversión del país en bitcoin ha generado una rentabilidad del 120%, lo que equivale a una ganancia adicional de 333.6 millones de dólares para las reservas nacionales. Estas ganancias, sumadas a una política fiscal prudente, han reducido las preocupaciones de los acreedores internacionales y han mejorado la percepción del riesgo soberano de El Salvador.
Este impacto es palpable en el mercado de deuda. Los bonos salvadoreños han registrado un incremento del 14.7% en valor desde noviembre pasado, y la rentabilidad del bono a diez años ha disminuido del 9.68% al 7.7%. Esta recuperación ha llevado a agencias calificadoras como Moody’s a elevar su evaluación crediticia del país, un reconocimiento a las políticas de consolidación fiscal implementadas por el gobierno. Además, el presupuesto proyectado para 2025 refuerza el compromiso del país con una gestión fiscal disciplinada y una estrategia de desarrollo sostenible.
La inversión extranjera directa (IED) también ha alcanzado niveles récord. En 2023, el país recibió 759.7 millones de dólares en inversión extranjera, cuadruplicando las cifras del año anterior, según datos del Banco Central. Sectores como turismo, construcción y comercio han liderado este repunte, incentivados por medidas fiscales favorables aprobadas por la Asamblea Legislativa. La mejora en seguridad y la creciente confianza de los inversores han contribuido, además, a reducir la migración hacia Estados Unidos, señal de una mejora en las condiciones de vida en el país.
Sin embargo, las reformas no están exentas de controversia. Críticos han señalado riesgos asociados a la volatilidad del bitcoin y han expresado preocupaciones sobre presuntas violaciones a los derechos humanos en la implementación de políticas de seguridad. No obstante, el gobierno ha defendido sus acciones argumentando que la prioridad es garantizar el bienestar de la mayoría, y los resultados parecen respaldar esa postura.
El caso de El Salvador ilustra cómo un enfoque audaz e innovador puede reconfigurar el destino de una nación. Con una combinación de mejoras en seguridad, adopción de tecnologías disruptivas y disciplina fiscal, el país está logrando una transformación que parecía inalcanzable hace apenas unos años. Este modelo, aunque no exento de desafíos, está posicionando a El Salvador como un referente de cambio y resiliencia en la región.